En estas calles el filósofo escribió las últimas páginas de su historia. La muerte jamás significó una esperanza, pero sí una salida. Las calles tenían una dirección única y esa dirección le comunicaba con su propia muerte. Del lado sur de la frontera no estaba solamente España, era también la posibilidad de la libertad. Del lado norte de la frontera venía la muerte, bajo la forma de cualquier funcionario que otorgara verdad moral a las noticias, a los acuerdos entre las fuerzas de los ocupadores y los ocupados en Francia.
La estación de Portbou es mucho más grande que los usuarios que la pueblan. Con los años, esa situación se ha acrecentado, pues el pueblo se quedó solo, sin jóvenes, y aquellos , que tienen interés particular de visitar un perdido lugar de la frontera son los lectores de la obra de Benjamin o aquellos que persiguen las rutas de los exiliados españoles en tiempos de la Guerra Civil o en los caminos que hacían los ciudadanos europeos que escapaban de la II Guerra.
Si hay un pueblo desolado, donde se verifique la situación del escritor en el siglo XXI, resulta ser este lugar de la frontera. Yo me he quedado tantas veces preguntándome ¿porqué un lugar tan bello puede ser también un lugar tan solo? La filosofía de Benjamin es una memoria de lugares: de París, de Berlín o de Moscú, de las calles, de las tiendas y de las vitrinas.
Pero Benjamin nunca pensó escribir una línea acerca de este pueblo, precisamente él que fuera un pensador de fronteras y de tránsitos, solo encontró allí, a pesar de la belleza del paisaje, un lugar de paso. Aunque paradójicamente gracias a él, este punto extremo de Cataluña ha entrado a la literatura junto a otras ciudades literarias. Alguien como el autor de Los Pasajes, no pudo llegar a considerar, que ese pequeño punto a orillas del mar entraría a participar de la escritura literaria a causa de su suicidio. Portbou se convirtió en el cementerio de un cuerpo no hallado, pero se hizo a su vez ciudad literaria. Desde entonces su estación de tren, sus gentes y sus calles, su clima y su mar, el pequeño museo que guarda sus restos han entrado a la memoria.
Alberto Verón.
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