«Al lado de las víctimas, los actores. La emoción revolucionaria tiene dos aspectos, como en general todas las emociones: deprimente ó exaltante, asténico ó esténico. Si la revuelta hace melancólicos, también hace maníacos; si hace confusos mentales, también hace impulsivos; si hace negativistas, también hace clastómanos; si hace perseguidos, también hace delirantes de grandezas; si hace suicidas también hace asesinos. Pero para la ciencia también los actores son víctimas; podría decirse, sin paradoja, que son víctimas de la acción.» Revista Frenopática Española, julio 1910.
Grabado de la quema de iglesias en Barcelona, julio 1910.
«Fue aquel un momento de expansión del pueblo, que se extasiaba ante aquellos fuegos de virutas que reflejaban intensamente su arraigada convicción anticlerical. Fue un mentís dado a los elementos reaccionarios que han pretendido hacer de la ciudad, liberal y revolucionaria en el fondo, un inmenso convento, transladándola a los tiempos de la Edad Media» [Texto de José Comaposada, uno de los participantes en la Semana Trágica, 1909].